Enseñanza

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viernes, 9 de octubre de 2015

LA IMPORTANCIA DE UNIR LABORATORIO Y AULA PARA APRENDER Y ENSEÑAR CIENCIA.

Uno de los primeros cambios que debemos aportar los profesores con respecto a la enseñanza tradicional, es el hecho de que la ciencia se trata solo de aquellos descubrimientos, experimentos o investigaciones llevados a cabo por “cocos” y premios Nobel, y que es imposible para la persona de a pie.

 


Debemos enseñarles que la ciencia empieza con su propia curiosidad, con sus preguntas acerca del mundo que los rodea, las sensaciones y cuestiones que les producen los fenómenos naturales y las ganas de comprenderlos, sin necesidad de microscopios electrónicos, elementos químicos o complicadas ecuaciones.
 
El alumno, desde sus primeros pasos en el campo de las ciencias, debe aprender que la única forma de aprender ciencias, es haciendo ciencias.

Teniendo en cuenta que “hacer” involucra también un aprendizaje activo e intelectual, es necesario por tanto que el alumno conozca que la experimentación en ciencias necesita tener una base metodológica y de aprendizaje para poder llevar a cabo la parte práctica, es decir, para aprender a pensar científicamente, es necesario adquirir conocimientos básicos (y no tan básico), pero que no se detiene aquí, sino que este conocimiento es la llave que abre la puerta al camino científico, que continúa con la formulación de preguntas, el diseño de experimentos, la imaginación de modelos o la construcción de consensos entre toda la clase interpretando datos experimentales obtenidos.

De esta forma, la necesidad lógica, la mejora del sentido común y la puesta en la actualidad científica por parte del alumnado será más completa que basándose simplemente en el libro de texto, cambiando también la idea del alumno sobre la ciencia (que suele ser bastante pésima) a pasar a ser una herramienta más para resolver sus problemas cotidianos, y a respetar más al resto de seres vivos y la naturaleza que les rodea.



Por otro lado, en muchos casos el profesorado tiene diversas dificultades para involucrar a sus alumnos en el laboratorio (temario interminable, carencia de buenos laboratorios, falta de tiempo…), dificultades que acaban desviando de la verdadera función del docente: acompañar a los alumnos en el camino del descubrimiento, y a pesar de que los conceptos teóricos son una parte esencial de cualquier proyecto de enseñanza, en muchas ocasiones es más fácil retener o reforzar la información mediante actividades que involucren al alumno más allá de la lectura de un texto o una clase dada rápidamente.
El error en la enseñanza de las ciencias no se basa tanto en qué enseñar sino en cómo hacerlo y sobre todo, cómo colaborar en la construcción de ideas científicas y en la mirada del alumno frente al mundo que le rodea.

En definitiva, sería interesante transformar el aula en un espacio de creación de conocimiento, no espontáneo ni aleatorio, sino guiado de cerca por el docente, dispuesto a aportar cuestionamientos, motivación y la admiración que conlleva la ciencia, por ejemplo mediante una puesta de sol, el funcionamiento fisiológico de un propio ser, o el conocimiento de estrellas como herramienta útil que promueva la pasión y el respeto del alumno por la ciencia, por la vida, y la posibilidad de entender la naturaleza, ya que éstas, son una fuente inagotable de incertidumbres, de curiosidades y de pequeños y grandes experimentos; por ejemplo, la cocina, la lluvia, la nieve o la actualidad social son ejemplos de investigaciones que acercan al alumno al mundo que le rodea, más allá del laboratorio tan complejo, lejano y prohibido que actualmente se muestra.

Bibliografía.
Golombek, D. (2008). Aprender y enseñar ciencias: del laboratorio al aula y viceversa. IV Foro Latinoamericano de Educación: Aprender y enseñar ciencias. Desafíos, estrategias y oportunidades. Recuperado de: http://www.dicyt.gub.uy/dcc/data/material/aprender_golombek.pdf

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